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martes, 24 de septiembre de 2013

VIAJAR

Antes de la partida.
Sin duda el mejor viaje es el que va creciendo en nuestra imaginación porque está libre de limitaciones temporales y, sobre todo, económicas.
En nuestra mente siempre elegimos el día más soleado cuando planeamos ir a la playa y nieva justo antes de subir a la estación de esquí, nunca se nubla en las puestas de sol y no nos olvidamos de llevar el paraguas cuando damos un paseo romántico por la orilla del Sena.
Preparar el viaje es una meta en sí: decidir que ropa llevaremos, rescatar las botas de montaña del armario, rellenar el botiquín, recontar los sellos de nuestro pasaporte, realizar anotaciones, comprar “tiritas” y las pilas, dormir en el “saco de dormir”… para ir acostumbrándose…
El viaje, los viajes nos llenan de placer incluso aquellos que no llegamos a hacer porque el haberlos imaginado es de por si una actividad gratificante que nos enriquece.
No sé cual será mi próximo viaje, pero he salido a la calle con el “mono” de comprar un cuaderno para anotar las impresiones de mi periplo, como sucedáneo de lo que puede ser desplazarse en el tiempo y, sobre todo, en el espacio.
Desgraciadamente la cámara de fotos y de video nos esclavizan. Nos pasamos parte del viaje con un ojo cerrado y con el único objetivo de capturar, de robar imágenes para llevarnos perdiendo el instante único, lleno de sensaciones que, al menos por ahora, estos avances tecnológicos no pueden reproducir: olores, temperatura… y sentimiento. Hay que estar allí para entenderlo.
Es imposible haber leído a Tintín y a Julio Verne y no engancharse al placer de viajar.

Equipaje para un viaje de trabajo.
Si uno se propone ir al Amazonas, subir al Himalaya o viajar a un país exótico de turismo, sin duda, se esmerará en preparar el equipaje e incluirá en él mismo accesorios diversos que cubran cualquier eventualidad. Sin embargo, si el viaje es clasificado “de trabajo”, la tarea de llenar la maleta se relaja limitándose, la mayoría de las veces, a pensar qué corbata va con las camisa elegidas.
Esta despreocupación se paga casi siempre con problemas e incomodidades. Si bien no llegan a ser tan importantes como olvidar el piolet para escalar una montaña, no contar con repelente de mosquitos en el Trópico o el antídoto para la mordedura de  la serpiente esmeralda en plena selva, puede ocasionar la pérdida momentánea de placeres que nos proporciona el viaje.
A la hora de ir “recopilando” los enseres que uno va metiendo en la maleta para ese viaje de trabajo, deberíamos tener presente algunas consideraciones.
Un primer apartado se centra en los medicamentos a los que recurrimos en casa ante ciertos síntomas o enfermedades a los que somos propensos. Omnipresente, y encabezando la lista, se encuentran los analgésicos-antipiréticos para esas jaquecas inoportunas que comienzan a “darse a conocer” a mitad de  reunión o camino de la misma. Los demás productos de botica se adaptarán a nuestras necesidades. Cada uno sabrá si puede precisar de la pomada para las hemorroides, el antihistamínico para la alergia primaveral o el antiácido para después de las copiosas cenas de negocio.
Otro consejo es que en los bolsillos de nuestra chaqueta o el maletín de mano no falten los siguientes productos:
Algún tentempié (dulce y/o salado) para callar al estómago en esas reuniones inacabables o durante el paseo por las calles o simplemente, para no sentir “ese desconsuelo”. Unos frutos secos o unos caramelos son suficientes… que decir de una barra de chocolate.
Toallitas refrescantes, mejor si son perfumadas y si contienen desodorante. Las calefacciones a tope hacen que “nos de miedo” acercarnos a otros seres olfativos.
En el mismo sentido me atrevería a aconsejar que se prescinda de jerséis de cuello alto que, si bien en las calles durante el invierno pueden ser cómodos, en una sala llena de personas y con la calefacción despilfarrando kilovatios se convierte en el centro de nuestra preocupación.
Por último, y seguro que olvido muchos, aconsejo que nos hagamos con una de esas almohadillas hinchables para el cuello que facilitan nuestro descanso (y alguna cabezadilla) durante el vuelo o el trayecto en autobús o tren.

Viajar, el placer que se va perdiendo, la desmitificación de los viajeros o la democratización (masificación) de los tours.
Ya no es necesario viajar para poseer objetos típicos de zonas remotas, no es necesario ir a China para comer rollitos de primavera ni llegar a Kenia para adquirir una máscara tribal o a Rusia para disfrutar del caviar. Ahora vamos al restaurante de la esquina donde hacen un cuscús mejor que el que probamos en Marrakech, acudimos a El Corte Inglés en su semana temática o nos acercamos a la tienda de Delicatesses y nos llevamos un caviar de Beluga recién enlatado.
Ya no merece la pena ir realizando fotos que capturen las escenas “únicas” en el rincón más perdido… seguro que encontramos centenares similares en Internet.
Nos queda el trato con la gente aunque ni siquiera éstos son los que eran: ahora hacerle una foto a una representante indígena de los Kuda de Panamá te cuesta unos dólares y el pelícano de Mikonos está amaestrado.
¿Para qué viajamos entonces en lugar de quedarnos fresquitos en el sofá del salón viendo un documental de National Geographic sobre las Islas de Pascua o sobre la comida tradicional de las tierras altas en los que veremos más de esos lugares que si vamos siguiendo las indicaciones de una guía? Pregunto: ¿Habéis sido capaces de hacer una foto en Dubrovnik sin que aparezca una riada de turista?, ¿Habéis llegado al Chiluca o al albergue de “Alí el Cojo” frente a las dunas del Merzouga sin hacer reserva y habéis conseguido habitación?, ¿Habéis estado en el glaciar Briksdal y os habéis encontrado con un grupo de catalanes bailando salsa de grupo?
Te preparas un chocolate, un café o un mojito y enciendes el televisor: no hay cancelaciones de vuelo, huracanes, secuestros exprés o atentados terrorista.
¡Qué tentación la de convertirse en “e-viajeros” o viajeros virtuales! La Tierra se ha quedado pequeña (si Livingston levantara la cabeza…), cada vez es más difícil decir aquello de “una tierra que no había sido pisada anteriormente por el hombre… si hasta en la isla de Robinson Crusoe han montado un chiringuito.
Quizás el futuro sea el “viaje interior”, donde lo importante no sea lo lejos que uno viaje sino la experiencia que te traigas a la vuelta lo que llamaríamos “lo intangible”. Yo distingo entre viajes para ver y viajes para hacer (aparte de los que hago con mi cuñado que son gastronómicos). En los primeros paseo y observo (suelo terminar saturado de piedras, pero me encanta esas vidrieras, esas puertas, esas callejuelas). En los segundo, intento poner a prueba mis limitaciones (cada vez más). Buceo, vuelo en globo, rafting o senderismo. Creo que cada edad puede encontrar una actividad (hace unos años, unos franceses jubilados me adelantaban en el Camino de Santiago). A estos dos tipos de viajes pueden sumarse los que aprovechamos para conocer gente (los países sudamericanos son perfectos para ello, pues sus gentes son abiertas y conversadoras), o en los que nos centramos en observar y escuchar a gente (el Camino de Santiago en solitario es un ejemplo).

Sea como sea, viajar sigue siendo una actividad que nos cambia, nos hace madurar y percatarnos de que no somos el ombligo del mundo.

martes, 10 de septiembre de 2013

Mujeres ejemplo

Dedicado a las mujeres que hacen de su vida un ejemplo y, en especial, a mi madre, María del Carmen Millán, que falleció cuando estaba terminando este artículo.

Mª Teresa Campos, Neymar, Lady Gaga, Marie Sklodowska, José Javier Vázquez, Aznar, Belén Esteban… ¿A que adivino que nombre no reconoce?, ¿Y si les digo que Marie Sklodowska es conocida por Marie Curie? Muchos exclamarán “¡Ah, ya!”, pero incluso ahora, muchos, demasiados, no sabrán de quien hablo y casi todos desconoceremos casi todo de esta extraordinaria mujer, lo que no es más que un caso más de lo que suele ocurrir con la figuras realmente importante de la historia, de las personas que nos han hecho llegar hasta aquí, de las personas que con sacrificio y devoción aportaron su grano (su montaña) de arena para que vivamos con calidad, de las personas que, aunque no lo sepamos, nos salvan la vida cada vez que nos ponen un vacuna o usan una técnica quirúrgica.
En estos días estoy leyendo un libro sobre biografías ¡Qué lástima que se haya perdido la costumbre de mandar a los alumnos que buscasen y conocieran la vida de  personajes históricos! Algunos argumentan que, teniendo internet como herramienta, queda anticuado e innecesario memorizar la vida de estos personajes. Pero es que yo no estoy hablando de memorizar, sino de usar como ejemplos y, de algún modo, de rendirles homenaje. Se trata de que en la mente de los jóvenes que están decidiendo que quieren hacer con su vida, se les muestre algo distinto al todo vale y lo importante es “la pasta”.
También  se ha perdido la costumbre de hacer películas sobre la vida de personajes como Pasteur, Edison, el matrimonio Curie o Ramón y Cajal (qué gran serie). Ahora hacemos una miniserie sobre Mario Conde.
Pero dejo de quejarme o, quizás, no.
Quiero hablar de Marie Curie. Si tuviese que elegir un personaje relevante para la humanidad, esta mujer estaría entre los primeros. Esta elección no se debería sólo a su más que loable y abnegada carrera científica y sus logros, sino a su calidad humana.
Feminismo. Lo que hizo esta mujer sí que fue feminismo.
Humanismo. La vida de esta mujer sí que fue un ejemplo de filantropía.
En un mundo en el que los escándalos relacionados con el egoísmo saltan a diario, se hace más impresionable que ella, junto a su marido, rechazar patentar el radio y hacerse con ello multimillonarios.
En un mundo en el que personajillos se mueren por salir cinco minutos en los medios de comunicación, se hace más que significativo que el matrimonio Curie rechazara asistir a recoger su primer Nobel huyendo de actos sociales que les quitase tiempo de sus investigaciones.
María Curie fue la primera profesora de la Sorbona y fue rechazada  como miembro en la Academia de Ciencias de Francia por ser  mujer y porque los miembros de este organismo mostraron ser estúpidos.

Bárcenas, Jesulín de Ubrique, François-Marie Arouet, Rocio Jurado, Kiko Rivera, Mette-Marit,  Zapatero… ¿A que adivino que nombre no reconoce?

jueves, 5 de septiembre de 2013

100 millones de verdades absolutas


Cuando éramos pequeños existían verdades inamovibles, incuestionables: Los del Séptimo de Caballería eran buenos (además de llegar siempre a tiempo), los “japos” eran malos, los médicos eran sabios, los rojos masones eran… pues eso, Franco era un señor que había hecho una cruzada para salvarnos, los conquistadores españoles de las Américas eran valientes y aguerridos, lo que decía el padre iba a misa (para eso era el padre). El mundo era simple, amable.
Luego nos hicimos mayores y descubrimos que el General Custer era un exacerbado asesino de justos indios, vimos Apocalipsis Now, los rojos pasaron a ser buenos (honrados y los únicos sufridores de la Guerra Civil), pillamos a nuestros padres en contradicciones, Pizarro resultó ser un masacrador de culturas y Franco… pues eso. Ya en nuestro siglo nos convencieron de las armas de destrucción masiva que, además resultaron ser invisibles y nos convencieron de la necesidad de una guerra preventiva. Una detrás de otra. Aún andamos detrás de la posible conspiración del 11-M…
La verdad se ha relativizado, depende del medio consultado y del portavoz que la describe. Nos han engañado tanto con verdades a medias que, como dice Sabater, «La fe no es sólo, como dice el catecismo, "creer en lo que no vemos", sino sobre todo "no creer en lo que vemos"». La VERDAD ya no existe, hemos dejado la inocencia, hemos perdido la virginidad moral. El mundo se ha complicado. Con la libertad, esa libertad de la que Manuel Azaña dijo que no nos hacía felices, sino hombres, llegaron las complicaciones, porque la libertad es, sobre todo, responsabilidad y eso, como ya dedujo Fromm, asusta.
Vivimos sumergidos en ese miedo, alimentado por el bombardeo de noticias difusas en las que no nos da tiempo a profundizar. No nos fiamos de lo que dice nadie, porque hemos ido descubriendo que cada uno describía el asunto como le convenía. Y eso es caldo de cultivo para los salvamañanas, para los iluminados que te prometen liberarte de esa carga que se llama libertad a cambio de simplificarte el camino.

Frente a interpretaciones sobre el caso Bárcenas y su si/no complicidad de Rajoy, frente al caso Urdangarín y su si/no implicación de la Casa Real, ante el caso de los ERES y su si/no participación de la Junta de Andalucía, ante la capacidad de decisión de decidir si son justos los desahucios, o si los del SAT son Robin Hood o simples vándalos (pobre Robin Hood), la promesa de un mundo donde los del Séptimo de Caballería son los buenos. TENTADOR, pero preguntémonos a cambio de qué.