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sábado, 31 de mayo de 2014

Viajes por el Camino de Santiago


¿Por qué hacer el Camino de Santiago?
Como primera razón podríamos decir que por su fin religioso/espiritual, pero después de haberlo hecho (parcialmente) en 3 ocasiones, me atrevería a añadir varios motivos complementarios o suficientes por si mismos.
Para el urbanita sedentario que busca una aventura controlada, contacto con la naturaleza, pero sin querer exponerse a peligros naturales/humanos asociados a otros lugares en otros países, el Camino le ofrece una “aventura” con “riesgos” controlados que te permiten decidir el nivel de dificultad del mismo. Incluso para el que se pierde en el salón de su casa o los que necesitan frecuentemente un W.C., el Camino te permite introducirte en zonas verdes, con senderos “semidomesticados” por los que sentirse Indiana John.
Es indiscutible que debes tener cierta preparación física o, al menos, no padecer impedimentos graves, pero tú eres el que decides si hacer una etapa entera, dos o media adaptándolo a tus posibilidades. Deberás previamente organizar y elegir que llevas y de que prescindes (como en la vida).
Te permitirá conocer gente (mucha o poca) las que quieras y conocerla realmente no a través de aparatos (chat, whatsapp, correo-e, redes sociales….), oir historias, practicar idiomas, dormir entre ronquidos y alguna que otra incomodidad de las que presumir después.
Harás amistades de esas que son fugaces, pero intensas. De las que olvidas después o de las que sumas a tus seres queridos, pero con las que has vivido intensamente una experiencia vital.
Te permite ponerte a prueba, conocerte mejor a ti mismo, lo cual no es algo a despreciar en un mundo donde, paradójicamente, para conocerte tienes que ponerte en manos de otro. 
Te cambia. Hacer el Camino te cambia. Tus motivos pueden ser otros, pero te va impregnando de espiritualidad, que no digo de religiosidad, sobre todo si lo haces solo. Hay cosas que dejan de tener importancia, te riges por otros horarios, otros ritmos. Te haces preguntas (la mayoría no llegas a contestar, a otras te las contestan los encuentros con otros peregrinos. Finalmente te sientes parte de ALGO, algo que se hace patente en la Plaza del Obradoiro. No quieres que acabe, no estás preparado para ello. Te resistes a regresar a ese mundo que dejaste hace tanto tiempo.

Una experiencia de una semana
Cada caminante (sobre todo aquellos que han hecho varios trayectos) te podrá decir qué camino haría.
Yo, sabiendo de las limitaciones temporales y físicas de los que podéis estar leyendo esto, propongo las etapas gallegas. Podría alargarlo un poco más, pero ello significaría incluir la etapa de Villafranca del Bierzo a O Cebreiro (más de 30 kilómetros infernales) en los primeros días (lo que los puede convertir en los últimos.
De O Cebreiro a Santiago hay 6 etapas oficiales, que podéis subdividir al gusto, verdes, húmedas, con distintos grados de dificultad. Salpicadas de olores y pequeñas aldeas.


Si hacéis el trayecto Madrid- Piedrafita de O Cebreiro en autobús y de noche con intención de comenzar el camino conforme os bajéis del transporte, intentad descalzados (respetando la visión y el olfato de los demás viajeros) y procurad permanecer el mayor tiempo posible con los pies sobre el asiento (en alto) para evitar problemas de congestión de las piernas.






En el último viaje descubrimos los calcetines compresores (los del LIDL son baratos y no tienen nada que envidiar a otros más caros). Consiguen que las piernas no se congestionen y se agoten tanto.



Camino solo
Este fue mi primer viaje. Por problemas con los pies y de tiempo, finalmente tuve que hacer parte del trayecto en autobús. 












Camino con dos amigos






2014: Camino con Pili

160 kilómetros juntos preocupándonos más por el cansancio y las molestias del otro. Mi tercer viaje tenía que ser con Pili. Hacer de Cicerón anticipándome a lo que el camino estaba a punto de descubrirnos.


O Cebreiro-Triacastela. esta es la primera etapa. Hay que sumar a sus Kms los 4,5 de cuesta entre Piedrafita (donde te deja el autobús) y O Cebreiro (donde empieza la etapa). Merece la pena hechar un rato en el pequeño pueblo. Por la tarde unos vecinos se reúnen en la calle y tocan instrumentos clásicos gallegos.


Triacastela-Sarria (por Samos). Esta vertiente es más larga, pero Samos merece la pena. La última parte de la etapa se hace algo pesada y no está bien indicada.



En algunos puntos del camino se hace necesario las pasarelas o
el empedrado para salvar los charcos y riachuelos (corredeiras)













En este viaje la lluvia nos acompañó en varias de las etapas.
Una buena capa que cubra la mochila se hace imprescindible.


Sarria-Portomarín. Sin duda una de las etapas más bonitas. Sueles salir con el Miño entre brumas. En Portomarín no te pierdas comer/cenar en el restaurante “El Mirador” además de buenas vistas sobre el río y buena comida (pide Zambriñas), el personal y el dueño son simpáticos, cordiales y acogedores.
La calle en cuesta que da salida de Sarria está repleta de albergues. Además, a lo largo del trayecto te encuentras con aldeas con albergues privados muy interesantes. Otra opción es pernoctar en uno de los albergues que te encuentras a lo largo de la etapa. En este caso debes entérate si cuenta con restaurante o tienda (si no, aprovisionarse antes). Aún así, Portomarín cuenta con un albergue público y con pensiones que te permitirán dormir mejor.


Portomarín merece la pena aunque sólo sea por ver cómo trasladaron piedra a piedra el templo-fortaleza del antiguo emplazamiento (ahora cubierto por las aguas del embalse) hasta la ubicación actual.


Portomarín-Palas de Rei. En Ligonde hay religiosos (creo que son evangelistas) con un local donde te ofrecen el sello y bebida por la voluntad. También cuentan con unos cuartos de baño “limpios como la patena”. Poco después pasas el Crucero de Lameiro y bajas una cuesta tras la cual hay un prado. A mano derecha está “Casa Mª Luz”. No te pierdas descansar en las mesas de la terraza si no llueve y comerte uno de sus bocadillos.
Al final te espera Palas. Cuenta con supermercado donde aprovisionarte. No te puedes perder la pulpería “A Nossa Terra”, junto al albergue público. Te ponen el mejor pulpo del camino y no es el único plato exquisito (prueba sus pimientos del piquillo y su tortilla). Lo ideal es comer allí, aprovisionarte y, después de descansar, seguir el camino y dormir en alguno de los albergues que encuentras unos kilómetros más allá (kilómetros que te quitarás de la etapa del día siguiente que es bastante larga: 28,8 kms.).
Palas de Rei- Arzúa. Es una etapa larga, pero sobre todo, psicológica: Los últimos kilómetros son de cuestas y bajadas interminables. Finalmente te indican que has llegado a Arzúa, pero es mentira, aún te queda un tramo de “entrada” hasta llegar al casco urbano. Atravesando el pueblo hay un hotel (Hotel Suiza, 981500908) junto a una gasolinera donde te tratan muy bien y está junto al camino.
Arzúa- Pedrouzo. En esta etapa no os podéis perder la Iglesia de Leboiro con su cabezo en la entrada, el interior de la iglesia de Furelos y el pulpo en Melides. Como alternativa a la famosa pulpería Ezequiel, propongo otra que está muy cerca: “A Garnacha”. Un pulpo estupendo, un vino fabuloso (lo notas al levantarte) y un caldo gallego de los más contundentes que he probado (se suda).


Pedrouzo- SANTIAGO. Última etapa pasando por el Monte do Gozo desde el que, a veces, se ve la catedral. La salida, mal señalizada, de Pedrouzo amaneciendo es espectacular. Atraviesas un bosque de helechos, eucaliptos interminables y árboles autóctonos.









Cerca del aeropuerto de Lavacolla, los peregrinos acostumbran a dejar restos de su equipaje (por todo el camino), fotografías, mensajes y cruces.




El Camino te ofrece sorpresas y la amistad es una de ellas. En parte, este viaje lo hicimos acompañados y acompañando a unos extremeños y unas catalanas que se habían conocido en etapas anteriores. Todos tenían sus propias familias y sus propias historias en sus ciudades de origen. Pero eso no importaba. Durante unos días fueron peregrinos, caminantes, parte de algo más grande. Durante unos días forjaron una amistad que nos dejaron compartir. A la llegada a Santiago, a ellas les esperaban sus maridos bajo el Arco del Palacio que da entrada a la Plaza del Obradoiro. En ese momento dejaron de ser peregrinos para ser amigos, amigos que, durante unos días compartieron pasos, dolores, recuerdos, secretos. Eso es el Camino. Paco, Alfredo, Isi, Bebe, Consuelo, Isabel,¡Buen Camino de la Vida!









martes, 13 de mayo de 2014

GIPEC, pasado, presente y futuro.

Quiero empezar esta reflexión con una frase que circula por la WEB y que enmarcará las siguientes ideas:
El día que este país comprenda que un maestro, un médico, un bombero son más importantes que un futbolista igual hay salvación
Han pasado 10 años del 11-M. En agosto harán 18 años de la tragedia de Biescas, catástrofe a la que acudieron unos psicólogos mientras la mayoría nos preguntábamos qué hacían unos colegas fuera de sus consultas junto a bomberos, rescatistas, médicos, guardia civiles,… en una catástrofe.
Hay una anécdota que suelo contar en los cursos que imparto y que , finalmente plasmé en la introducción de mi segundo libro sobre intervención en emergencias. Ocurrió en mi primer contacto con una catástrofe, la ruptura del depósito de agua de Melilla en noviembre de 1997, en esa fecha yo y mis compañeros/as llevábamos bastante años de terapia y contacto con pacientes, sin embargo, cuando nos mandaron al tanatorio para realizar una apoyo psicológico con los familiares de los fallecidos, nos preguntamos qué íbamos a hacer. Creo que darme cuenta de este desconocimiento fue lo que me impulsó a  aprender más al respecto.
Quizás sea hora de realizar una reflexión sobre el pasado, presente y futuro del apoyo psicológico en emergencias y catástrofes.
Hace 18 años de la tragedia de Biescas, España se sumó a los países en los que los psicólogos ofrecíamos nuestro conocimiento a los afectados de una catástrofe… nuestro escaso conocimiento. Han pasado casi 20 años y los Colegios de Psicólogos han realizado un esfuerzo importante para paliar este déficit formativo que se ha materializado en la creación de los GIPEC.
La participación de los psicólogos en emergencias se ha normalizado, popularizado, se ha hecho necesaria, se solicita. Hoy en día lo anormal sería que ante el sufrimiento de afectados en una emergencia o desastre no participaran psicólogos que realizaran los “primeros auxilios psicológicos”. Recientemente ante la desaparición del vuelo MH370 que despegó de Kuala Lumpur con destino Pekin, veíamos a psicólogos chinos activados para trabajar con los familiares que esperan noticias. Noticias similares, por desgracia, son cada vez más frecuentes. El cúmulo de manuales, cursos e investigaciones sobre la gestión e intervención psicológica en emergencias se ha multiplicado, pasando de la casi inexistencia de obras prácticas a finales de los 90 a la amplia oferta actual. 
Sin embargo, esta necesidad de especialización que los propios psicólogos hemos detectado y nos exigimos, no ha sido recogida por aquellos en cuyas manos está nuestra intervención. A pesar de que los GIPEC firman convenios con distintos niveles de nuestros gobiernos (mayoritariamente con las Consejerías), los gestores (léase políticos) aún no han comprendido que contar con nosotros no debe ser un mero formulismo o una forma de “aparecer en prensa”. Si bien en todas las catástrofes se les llena la boca para anunciar que se cuenta con la colaboración de psicólogos (a veces hablan de “sus” psicólogos), los responsables de los GIPEC saben de las dificultades y las trabas con las que se encuentran cuando “en tiempos de paz” se negocian (mendigan) los convenios de colaboración. Como otros colectivos, los responsables políticos tienen la idea de que ser psicólogo es sinónimos de ser, como suele decirse, “hermanitas de la Caridad” (con todos mis respeto hacia estas religiosas con las que he tenido el honor de trabajar) y, por tanto, que debemos de estar ansiosos por ayudar al prójimo de forma altruista (casi nos hacen un favor). Otro dato en este sentido sería la ausencia específica de nuestros grupos en los Planes Territoriales de Emergencia o el intrusismo permitido de grupos de psicólogos que no actúan bajo la coordinación de los Colegios Oficiales (únicos estamentos que velan por la intervención profesional bajo estrictos códigos deontológicos y que regulan y exigen formación continua y específica). Parece que para este tipo de tarea, tan específica, tan comprometida, valiese cualquiera en un mundo que a lo que tiende es a la especialización. ¿Se imaginan si hoy en día en la Seguridad Social le asignaran un “médico de cabecera” para tratar un tumor o un hueso roto?
Somos profesionales. Hace ya algunos años (2011), en una charla en Valencia comentaba que los psicólogos en emergencias habíamos pasado del periodo de cargar las tintas sobre la falta de formación y de efectivos a un nuevo periodo en el que debíamos centrarnos en la especialización y evitar la sobrerespuesta que se estaba dando en los últimos acontecimiento y ponía como ejemplo el 11-M en el que los psicólogos habían acudido de forma masiva, desinteresada y voluntaria a la llamada. Tres años después insisto en que la psicología española en emergencias ya ha superado la mayoría de edad y madura de forma saludable y, como buen “adolescente”, debe enfrentarse a nuevos retos: pasar de la cantidad a la calidad, exigir la profesionalización y el reconocimiento oficial de esta dedicación. 
Pasar de la cantidad (sobrerespuesta) a la calidad significa, por un lado, que se regularice a través de los Planes Territoriales la activación de los psicólogos adecuando tanto en número de profesionales que se activan, como en formación y, por otro, que la formación englobe no sólo el SABER, sino también el SABER HACER, el QUERER HACER y el PODER HACER. Exigir la profesionalización es huir de la asignación de psicólogos sin preparación específica a tareas de apoyo en catástrofe (lo que algunas ONG/entidades siguen haciendo).Por último, exigir reconocimiento significa, simplemente que se nos considere y se nos trate como a otros profesionales a nivel organizacional y laboral.
Para finalizar se me permitirá citarme a mi mismo. En la introducción al último manual que escribí (1), decía: 
En la actualidad, los psicólogos interesados en este campo cuentan con una oferta formativa bastante extensa y con un cuerpo bibliográfico (afortunadamente muy práctico) que les permite acudir a una emergencia con una preparación no despreciable.
Ello no significa que todo esté hecho. Ni mucho menos. Ante nosotros se abren retos muy importantes: mayor especialización, formación universitaria regladas, reconocimiento oficial, mayor y mejor organización y coordinación con otros cuerpos u organismos”.

No puedo más que ratificarme en esta opinión y para hacerlo daré un dato: En un estudio del que estamos recogiendo los primeros resultados, aparece que los estudiantes que están terminando la carrera de psicología presentan tantas o más creencias erróneas (mitos) sobre las catástrofes que los estudiantes de otras carreras.