La
historia de las tragedias nos ha enseñado que hasta que no ocurre una de ellas,
no se reparan ciertos errores que de todos eran conocidos.
Recientemente,
el accidente del vuelo de Germanwings ha sacado una serie de problemas
referentes, entre otros, a la selección y evaluación psicológica de los
pilotos.
Finalmente
se habla de la depresión del copiloto como causa de su actitud y de su
decisión. Sin embargo, los que nos dedicamos a la psicología, sabemos que por
el mundo andan muchas personas diagnosticadas con algún tipo de trastorno del
ánimo, y más concretamente con un trastorno depresivo, sin que se suiciden o,
peor aún, provoquen la muerte de otros.
Como
en todo accidente, debe de haber concurrido más de una causa, en este caso
psicológicas, para que se produzca la catástrofe.
Antes
de analizar el estado psicológico y la personalidad de Andreas Lubitz, creo que
será esclarecedor un intento de clasificar los tipos de muertes violentas, por
lo que propongo el siguiente cuadro:
¿Supone el fallecimiento del sujeto activo?
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¿Supone el fallecimiento de otra/s persona/s?
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¿Es su intención principal matarse?
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¿Hace público la decisión?
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¿Es su intención que mueran otros?
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¿La muerte de otros es accidental?
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Tipología
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Si
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Si/no
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No
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No
|
No
|
Si
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ACCIDENTE
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No
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Si
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No
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-
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Si
|
No
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HOMICIDIO/ASESINATO
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Si
|
No
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Si
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Si (nota)
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No
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-
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SUICIDIO
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Si
|
Si
|
No
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Si (nota o video)/ no
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Si
|
No
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ATENTADO SUICIDA/SUICIDIO TRAS ASESINATO
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Si
|
Si
|
Si
|
Si
|
No
|
Si
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SUICIDIO AMPLIADO
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Si
|
Si
|
Si
|
Si/no
|
Si
|
No
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SUICIDIO DELIRANTE
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Si
|
Si
|
Si
|
No
|
No
|
No
|
SUICIDIO ENCUBIERTO (PILOTOS SUICIDAS)
|
Cabe
suponer que el caso de Lubitz es el de un suicidio
encubierto… o no.
La
duda surge cuando se intentan comprender los motivos. En los casos en los que
se han producido suicidios encubierto por pilotos, el motivo ha sido más
monetario. Es decir, simulando un accidente y por tanto una muerte durante el
trabajo, la aseguradora se muestra de forma muy distinta con la familia del
piloto a como lo hace si ha sido el responsable consciente. Sin embargo, aquí,
dado la claridad del caso hay que poner en duda la intención de ocultar el
suicidio.
El
siguiente aspecto que se ha discutido en muchos foros es comprender cómo una
persona cuya intención es suicidarse, es capaz de matar a otros (en este caso a
149). Esto será imposible de comprender si lo intentamos explicar bajo el
prisma de una racionalidad que en un suicida ha desaparecido por completo.
Primero hay que anotar que no son raros los actos suicidas que suponen la
muerte de otras personas, como es el caso de personas que utilizan el gas o las
explosiones como método. A ello hay que añadir un matiz de la mente del suicida
que nos facilita la respuesta: si el entramado cognitivo del suicida ha
conseguido barrer todas los mecanismos de autoprotección y su vida ya no tiene
valor, cómo podemos pensar que en ese momento la vida de otros tiene valor para
él. EN ESE MOMENTO LOS DEMÁS O NO EXISTEN O NO IMPORTAN.
Al
comenzar me opuse a la idea de que un trastorno depresivo por si sólo fuese
suficiente para explicar la decisión de estrellar un avión. Efectivamente, las
investigaciones sobre la relación entre trastornos mentales y suicidio nos dice
que, los pacientes que sufren trastornos depresivos tienen, al menos, una probabilidad
20 veces mayor de suicidarse que la población en general. La experiencia
clínica nos muestra que no todos los pacientes depresivos son igualmente
propensos al suicidio. Para ello deben de darse otra serie de factores que
“facilitan” la ideación y el acto suicida. Destaca a nivel práctico la
desesperanza, es decir, la idea de que no hay solución, de que todo va a ir a
peor. No cabe duda de que las recaídas sufridas por Lubitz, la idea de que le
iba a ser imposible cumplir su sueño (obsesivo) y de renovar su licencia de
piloto y la ruptura con su novia han sido estresores que han aumentado su
desesperanza, rompiendo el que seguro era su único proyecto de vida: ser un famoso piloto.
Pero
aun así, estos factores no explican, a mi entender, la realización de este tipo
tan visible/público de suicidio y creo que la clave está en la frase que una
antigua novia asegura haberle escuchado: “algún día haré algo y todo el mundo
recordará mi nombre”. Estoy seguro que al decir esto no estaba pensando en
estrellar un avión, pero también estoy seguro que en esta necesidad de
destacar, de ser alguien, de tener su minuto de gloria, estriba su decisión
final. “Si no destaco por algo que cada vez veo más lejos, se me recordará por
esto”. En ello coincide con algunos casos de homicidas en masa, como los
asesinatos en colegios o institutos producidos por alumnos que hasta entonces
habían pasado “sin pena ni gloria”.
Los
trastornos mentales no suelen venir solos. Si bien puede destacar uno entre los
demás, el diagnóstico de uno no excluye la existencia de otro en el mismo
paciente. Y en mi opinión, con los datos públicos que se han ido revelando del
caso, me quedan pocas dudas de que Lubitz sufría otro trastorno que manipulaba
todo su entramado cognoscitivo pues se trataba de un trastorno de personalidad,
mucho más grave, más persistente y global que un trastorno depresivo.
n Egocéntrico,
con desprecio hacia los demás, con sentido exagerado de su propia importancia.
n Arrogante,
distante e interesado.
n Búsqueda
exagerada de admiración y atención.
n Falta
de empatía. Intentos de explotar a los demás.
n Fantasías
de grandeza y de éxito.
n Envidioso.
n Falta
de reconocimiento de los propios errores o limitaciones
¿Les
suena este perfil?, ¿Algunas de las conductas del copiloto coincide con estos
rasgos?
Se
trata de los síntomas característicos de un Trastorno Narcisista de la Personalidad y explicaría porqué un
joven que ve como se derrumba su único sueño y que su “necesidad” de ser
importante, recordado, querido, envidiado, decide acabar con todo de forma que
no se nos pueda olvidar.
¿Aprenderemos
de esta tragedia? Ya se están estudiando nuevos sistemas y protocolos para
eliminar el problema de seguridad de la puerta de la cabina.
Se
ha hecho pública la noticia de la psicóloga rusa que aprobaba las pruebas
psicológicas de pilotos y controladores a cambio de dinero.
También
ha quedado claro que la falta de intercambio de información entre los sistemas
sanitarios y las empresas (obedeciendo al secreto profesional y la protección
de datos) conlleva lagunas que han facilitado esta catástrofe.
Opiniones
hay y van a seguir apareciendo, pero como suele ocurrir, se irán enfriando y
terminarán por desaparecer. Lo importante es que responsables y expertos
acuerden y pongan en práctica acciones y protocolos que, en la medida de lo
posible, subsanen estas tragedias.
Entre
los cambios podrían citarse el uso de pruebas psicológicas más exhaustivas, que
sean realizadas y evaluadas por especialistas (psicólogos), menor periodicidad
entre las mismas, posibilidad de instaurar un protocolo para recoger incidentes
a través de la observación de los compañeros, exigir mayor rigurosidad en los
reconocimientos (todos hemos pasado reconocimientos médicos para el carnet de
conducir…), un mejor sistema de selección y una periódica evaluación de
rendimiento…
Como
colación deben de quedar claro dos realidades. La primera es que ninguna medida
eliminará totalmente la posibilidad de que vuelva a ocurrir un desastre similar
(lo mismo que las medidas que se instauraron tras el hundimiento del Titanic,
no ha acabado con las muertes tras los naufragios) así que deberemos vivir con
cierta incertidumbre, con la aceptación de que ciertos aspectos de la vida
quedan fuera de nuestro control. La segunda es que no debemos olvidar que en un
99,9999999% de los casos los pilotos son
héroes y no villanos.