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jueves, 26 de marzo de 2015

Los grandes olvidados

Bomberos ataviados con arneses acompañan a forenses enfundados en sus monos mientras suben la montaña en la que, se puede decir casi sin exagerar, les espera un paisaje dantesco. Pedazos de distintos tamaños, pero todos ellos demasiado pequeños, del fuselaje de lo que fue un gran avión. Entre estos trozos metálicos (disculpen la dureza) trozos de lo que pocas horas o días antes fueron personas.

Abajo, en el pueblo cercano, unos técnicos, enfundados en chaquetones con emblemas, logos y rótulos de profesiones -como si ello pudiera protegerlos de los momentos y situaciones difíciles- acompañan, ayudan, comparten la angustia con los familiares de los fallecidos.

Durante el rescate trabajarán diversos profesionales: rescatistas, bomberos, militares, policías, forenses, enfermeros, médicos, psicólogos. Descansando pocas horas en las que no dejarán de recordar lo que han hecho, ni de repetirse lo que deberán hacer.

En el noticiario aparece una fila de chicos jóvenes subiendo una ladera. Llevan uniformes, mochilas, arneses… hablan poco y no sabría descifrar lo que sus rostros me dicen. Me recuerda una escena similar que viví cuando comenzaba a ayudar en emergencias: un 25 de septiembre cuando de Melilla salieron rumbo a una zona de Marruecos jóvenes que estaban haciendo la “mili” y voluntarios de Cruz Roja. Su misión iba a ser recoger, al igual que ahora, cadáveres, o lo que sería más apropiado decir, restos de cadáveres derramados por otra montaña tras otro accidente de avión.

Mañana seguirán trabajando habiendo visto y oído escenas que la mayoría no resistiríamos. Pero pasado mañana o dentro de una semana serán los grandes olvidados. Se nos olvida que debajo de esos uniformes, de esos logos, de esos rótulos, hay personas, profesionales, pero personas. Nadie les va a preguntar cómo están,  presuponiendo que como profesionales “ni sienten, ni padecen”. Nadie les explicará que pueden sentir miedo, que pueden revivir con imágenes intrusivas ciertas escenas, que no dejarán de preguntarse si lo han hecho bien o cómo podrían haber acabado con la angustia de aquella persona a la que acompañaron, nadie les asegurará que haberse derrumbado al encontrar aquel fular chamuscado y con manchas de un rojo oscuro, es normal. Nadie les hará comprender que los años de experiencia no les protegen al cien por cien de “venirse a bajo” un día ante una situación menos dura. Nadie les prevendrá de que tendrán problemas para dormir, que se sentirán incomprendidos por cualquiera que no haya pasado por lo mismo, que sentirán que les sudan las manos cuando vuelvan a ser llamados para otra tragedia.

Nadie les reunirá para que expresen sus dudas, sus miedos; para que “airén” sus sentimientos.

Cuando el accidente de avión ya no sea noticia, muchos de los técnicos que han estado ayudando a los demás, caerán en el olvido por los medios de comunicación, por la población y, lo que es peor, por aquellos que se valieron de sus conocimiento para resolver una difícil situación.

Vaya este escrito como reconocimiento y para que sepan que, si no podemos ponernos en su lugar, si llegamos a comprender sus dudas y sus miedos.



miércoles, 25 de marzo de 2015

Psicólogo y emergencias

De nuevo una tragedia, esta vez un accidente aéreo, hace poco un atentado terrorista, hace algo más un accidente de carretera. Todas estas catástrofes tienen algo en común cuando se dan como noticias en los telediarios: se nombra a los psicólogos que atienden a los afectados y/o familiares. Incluso comienzan con frases como “un equipo de psicólogos atiende…” acompañadas de imágenes en las que un psicólogo con un chaleco, acompaña y habla con una persona de semblante preocupado, triste.
Ya es impensable la gestión de una catástrofe sin la ayuda de psicólogos que, afortunadamente, suelen ser de grupos, como los GIPEC (Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofe), que se preocupan de la especialización y la formación continua.
Créanme, yo empecé en este campo por casualidad y siempre cuento la anécdota de que, a pesar de mi experiencia como psicólogo clínico, en las primeras intervenciones, me faltaba tanta preparación para poder ofrecer una ayuda profesional que llegué a preguntar a mis compañeros (igualmente colapsados) qué podíamos hacer.
De eso han pasado años, pero periódicamente tengo que quejarme de que, aunque la población ya acepta e, incluso, exige nuestra ayuda; aunque los responsables “nos activan” en cuanto hay un aviso de emergencia, en los periodos de “calma”, estos mismos se olvidan de nosotros, retrasan o rechazan los convenios de colaboración/intervención que ofrecemos y que, llegado el caso, facilitarían y mejorarían nuestra tarea.
Mientras, los psicólogos de los GIPEC de toda España siguen preparándose, utilizando (que no perdiendo) parte de su tiempo libre en reuniones, prácticas, simulacros y cursos para poder ofrecer una ayuda de calidad a los posibles afectados.
A veces, parece que pedimos por caridad que nos dejen trabajar, que nos incluyan en los planes de emergencia, que nos avisen un domingo para pasar 24 horas en un simulacro, que nos llamen a media noche si se produce un accidente o un suicidio.
Parece que nos hacen un favor, que lo nuestro es vocacional y, si solicitamos que se nos remunere por nuestro trabajo, somos poco menos que psicópatas.
Eso si, cuando nos activan, siempre hay un responsable (léase político) que alude a nosotros como “nuestros psicólogos”.

Desde ayer muchos de mis compañeros están trabajando en distintas localidades de España con los familiares de los fallecidos en el accidente de avión. Pasarán probablemente entre 48 y 72 hs. en turnos,  que se resisten a abandonar, apoyando, aconsejando, asesorando, tratando, empatizando… Les quedará el buen sabor de boca de los agradecimientos que no suelen faltar por parte de los atendidos, si tienen suerte algún responsable también les dará las gracias, si tienen más suerte, un convenio (conseguido con mucho esfuerzo y como si quisiéramos aprovecharnos del mal ajeno) les permitirá cobrar por su trabajo, sino, no se quejarán y pensarán que algún día se le tratará como a cualquier otro profesional: reconociéndole económicamente su labor grata, pero dura… lo digo por experiencia.




lunes, 2 de marzo de 2015

SIMULACRO GIPEC ONG IAE



Podéis ver un vídeo sobre las intervenciones realizadas en: https://www.youtube.com/watch?v=0qqOmX9KDHk



El próximo domingo, 8 de marzo, el GIPEC y la ONG IAE (con la colaboración de la COMGEMEL) ponemos en marcha un simulacro en las instalaciones del Cuartel de Santiago.
Este cuartel está junto al Colegio La Salle y se entra por la puerta que hay en la intersección de la calle General Castaño y la Carretera de Cabrerizas.
Los interesados en participar deben de haberlo solicitado antes del día 4 mandando su nombre, DNI y contestando al cuestionario de estímulos fóbicos que se mandó por correo a las entidades que colaboran.
Aunque se asiste como público, algunos podrán participar como afectados o ayudando en las labores.
 
El simulacro contempla una situación en la que un edificio se ha derrumbado y es necesario rescatar a algunos afectados que bien estarán bajo tierra o bien deberán bajar de una altura. También se trabajará con los familiares de estos afectados (ilesos, heridos o fallecidos). Durante el mismo se realizarán rescates, traslados y primeros auxilios.

El simulacro tiene un doble objetivo: Poner en práctica las técnicas y conocimiento de los técnicos y profesionales de las Organizaciones implicadas , por otro lado, dar a conocer el trabajo de estas entidades y las conductas que se deben de tener como ciudadanos en los casos de emergencias y catástrofes.

Todos los asistentes lo hacen voluntariamente, eximiendo a las organizaciones organizadoras de cualquier responsabilidad.