Tengo 52 años y hace unos días participé (y terminé) una
Spartan Race Super en Paterna.
Cuando comentaba que me había inscrito en esta prueba,
muchos me tachaban de loco exclamando que cómo se me ocurría.
Cuando terminé la carrera (con sus obstáculos), afirmé que
el año próximo volvería a hacerlo y volvieron a echarse las manos a la cabeza.
Es cierto, la prueba fue mucho, mucho más dura de lo que me
había imaginado, pero en eso consistía, en resistir, en vencerME.
Cuando uno pasa los 50 no sufre una crisis (y se busca una
jovencita con la esperanza de ponerse unos vaqueros y volver a la treintena.
¡pobre del que lo haga!), sino que se hace consciente de la cantidad de sueños
que ha ido dejando para “más adelante” y que ya no podrá cumplir. Por eso,
bastantes limitaciones físicas nos imponen los años como para sumarle las
sociales (el qué dirán, los desánimos…) y las mentales (las propias, las
peores).
Los años me han enseñado que la vida es un pasillo lleno de
puertas que, si no las abres en su momento, nunca tendrás oportunidad de
hacerlo después.
En 2009, mientras practicaba pesca submarina, una moto de
agua me “atropello” (si, has escuchado bien): Un brazo roto, dos placas, dos
operaciones, una rehabilitación larga y dolorosa y cierta limitación y dolores
para siempre. Todo ello me enseñó que no se pueden dejar las cosas para mañana,
no porque puedas hacerlas hoy, sino porque no sabes si podrás hacerlas mañana.
Esos que desaniman no entienden que marcarse un reto es una
forma de estirar un poco la vida, de levantarse con ánimos, de esforzarse. No
entienden que la alternativa es languidecer, dejar pasar el tiempo, ese que no
perdona. No entienden que lo de menos es alcanzar el reto, que lo importante es lo que hacemos
para superarlo.
Entre 5500 personas que participaron en la Spartan, no
llegaban a 40 los que estábamos en la categoría M50-54 y poco más de 10
participaron en la Super (13 kilómetros y 20-30 obstáculos). Terminarla fue un
objetivo, pero, como dijo Herman Hess, ”toda meta alcanzada ya no es una meta”,
aunque puede convertirse en un punto de salida.
Es hora de buscar otra meta y comenzar el “viaje”, eso es lo
maravilloso de plantearse retos: prepararlos, estudiarlos, ilusionarse con
ellos, aunque finalmente la vida no te deje cumplirlos.
En mayo participaré en la Spartan de Madrid y después… ya
veremos.