Escribe, reflexiona, aprende y se feliz.
Tradicionalmente
se piensa que escribir un diario es cosa de adolescentes. Un adulto ni necesita
, ni tiene tiempo para anotar las cosas que le van sucediendo, las cosas que
les preocupan, las cosas que le alegran, en definitiva, no tiene tiempo para
pensar en su vida.
Sin embargo,
escribir un diario tiene múltiples beneficios.
El primero de
ellos es el simple hecho de darle forma a ideas que rondan por la cabeza. No la dejamos reposar para que no se nos
olviden y en ese revuelo de ideas se
distorsionan y no nos dejan descansar.
El simple hecho
de almacenarlas en palabras escritas
nos permite pasar a otra cosa y como
hay que darles formas de palabras con sentido, convertimos esa nebulosa en algo
definido, más concreto y manejable. El maestro del suspense y el terror,
Stephen King dijo “si a un miedo no se le puede dar forma, no se le puede
vencer”..
El segundo
beneficio es a más largo plazo. Se trata de que el diario nos permite comparar
lo que nos pasó hace tiempo con lo que nos ocurre en el presente y comparar
significa contar con “una unidad de medida” para nuestros miedos, nuestros
sufrimientos.
Un tercer
beneficio proviene del distanciamiento. Lo que en su momento nos pareció
insoportable, intolerable, malvado, … con el tiempo se relativiza, nos permite
observar cómo lo superamos y lo absurdo de alguno de nuestros miedos. Nos
permitirá, aunque nos parezca mentira, reírnos de nosotros mismos.
Pero para sacar
el mayor partido a nuestro diario, en él debemos escribir, sobre todo, lo bueno que nos pasa a diario, anotar qué pasó y quién
fue el responsable de que pasara, qué hiciste tú para que pasara y cómo te
sentiste después.
Escribir un
diario es como proponerte hacer deporte-ejercicio-ir al gimnasio. Al principio
cuesta y buscas cualquier escusa “no tengo tiempo,… hace frío,… la ropa de
deporte está en la lavadora,,,, tengo agujetas…” ¡No te lo permitas!, se
disciplinado. Búscate una hora en la que puedas “coquetear” con tu cuaderno.
Coge el bolígrafo, enciérrate en una habitación tranquila o siéntate en un
banco del parque. Deja que el pequeño duende que ronda por tu mente te susurre
de qué vas a escribir. Tacha si hace falta. No te limites a lo que ocurrió,
profundiza en cómo te sentiste, piensa en el punto de vista de otros. Dale un
toque gracioso. RÍETE DE TI MISMO. Y, al final anota qué has aprendido de tu
reflexión.
Ahora corre a la
papelería más cercana y compra un cuaderno o busca en tus cajones el Moleskine que te regalaron. Ábrelo por
la primera página, pon tu nombre y anota “Hoy he hecho algo bueno que me ayudará a
cambiar mi vida: he empezado un diario…”
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